El escritor y periodista Jorge Carrión es el coordinador de la redacción del catálogo del Museo del Arte Prohibido, y el pasado sábado 16 de marzo, acogimos en la terraza del museo una conversación entre Carrión y el artista Joan Fontcuberta, por hablar del catálogo que cuenta con textos de Joan Fontcuberta, Graciela Esperanza, Boris Groys y el propio Tatxo Benet, entre otros; pero también repasaron otros temas como las diversas formas que adopta la censura, la autocensura y los criterios curatoriales, se pueden leer también como formas de censura.
“A mí como artista me interesan las formas de censura, la censura tiene mucho que ver con la relación de la obra, con el lugar y el tiempo, no tanto con la obra en sí misma, afirmó Fontcuberta de quien la colección tiene la serie Deletrix. Afirmación que Carrión comparte: «la censura es contextual».
Fontcuberta que con Pilar Rosado ha elaborado Beautiful agony, un estudio del orgasmo con el algoritmo que explica las facciones faciales y puede verse en Berlusconi, Trump, Starus Kahn, el rey emérito… es experto en tecnología deep fake.
Otro de los conceptos que se plantearon es ver las librerías como un espacio de resistencia política Carrión que es autor del libro Librerías, donde dedica un capítulo a la censura, está convencido de que para ser un buen censor, es necesario ser un buen lector. Y recordó que Hitler se sentía escritor, y regalaba el Mein Kampf cuando la gente se casaba. Mao fue librero antes de hacer la revolución… “Imagina cuál era el único dictador que no era letraherido?, el nuestro”.
Al hilo de estos argumentos Fontcuberta quiso recordar que “donde se queman libros, pronto se quemará gente. Al artista Fahrenheit y el blibliocidio son temas que le han interesado siempre, porque “el libro de Bradbury es un modelo de sociedad distópica donde el libro es esencial porque genera conocimiento y pensamiento crítico. Quemar bibliotecas en las guerras es un tópico que practican los vencedores para eliminar las raíces culturales”.
Ambos piensan que las formas de censura se sofistican a medida que aparecen nuevas tecnologías. Y el encuentro terminó con una reivindicación de los soportes en papel y alertando sobre el rol demiúrgico de Google: “cuando utilizamos Google se activan motores de búsqueda de corporaciones privadas que buscan beneficios y esto responde a unos intereses. Basar nuestro conocimiento en estos sistemas es práctico pero tiene repercusiones tóxicas, dijo Joan Fontcuberta.
“El imperativo comercial se ha convertido en una especie de autocensura. Google es una empresa de publicidad”, remachó Carrión.